Dejamos de hacer las cosas solo por miedo. Por miedo a fracasar, miedo a lo que nos pudiera pasar. Miedo a dejar las cosas peor de lo que estaban, o a ponerlas mucho mejor y no saber como llevarlas. Miedo a volar, a sobrepasar las nubes, o quizás a estar en las nubes y derrepente dejar de soñar, dejar de volar, de ser feliz. Miedo al amor, o al compromiso. Miedo a vivir, a sentir... Al fin y al cabo, el miedo ya es parte de nuestra vida.
miércoles, 13 de abril de 2011
¿Sabéis? Hoy he recordado mi infancia. Me he acordado de todo lo que viví, de todo lo que sentía cuando solo me importaban las muñecas y los amigos. En esos tiempos no me tenía que preocupar por tener a alguien especial a mi lado, porque lo más especial que tenía eran peluches, juegos... En fin un montón de cosas, menos aquella persona. También me acordé de aquellas tardes en el parque recogiendo flores para luego dárselas a mis padres, ellos se sentían felices, porque por una vez pensábamos en ellos para regalarles aquel ramillete de margaritas y unas hierbas secas. Pero ellos solo sonreían y guardaban aquello como si sería lo más importante que tendrían que guardar en toda la tarde. A veces me pasa lo mismo, pero en vez de un ramillete cojo una margarita. Y pensareéis... ¿Para qué querrá una margarita? ¿Os acordáis de cuando se hacía el me quiere/no me quiere? A veces paso las tardes así. Puede parecer de locos estar perdiendo toda la tarde con esa estupidez, pero a mí me entretiene. ¿Y sabéis por qué? Porque por un momento me hace acordarme de él. Y aunque parezca una tontería o un juego aburrido, a mí me hace sacar una sonrisa de tonta; porque si sale el sí me quiere, aunque yo sepa que no, me hace ilusión.
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